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El mundo líquido… desde mis zapatos

Francisco Hurtado de Amézaga, el olfato en los genes

Hoy, hasta que publique un nuevo post (si puedo será esta noche o mañana) dejo aquí otro retazo de mis vinosaurios, esta vez un enólogo que ha asistido al nacimiento de los vinos de Rueda tal y como hoy los identificamos, jóvenes, frescos, y que supo ver en la región un enorme potencial antes que muchos otros que llegaron después. Francisco Hurtado de Amézaga es uno de los visionarios del vino que no temió hacer algo distinto, atreverse con vinos nuevos que después se convertirían en imprescindibles.

Paco Hurtado de Amézaga tenía 24 años cuando recibió el encargo de hacer un vino blanco “cuando aquí nadie bebía blanco”. De hecho, reconoce el enólogo, “aún me cuesta creer que hoy se esté bebiendo más vino blanco que tinto”.

Recorrió algunas zonas que le parecieron prometedoras pero que fue descartando, como Galicia o Cataluña. Curiosamente, fue su madre la que le sugirió Rueda, en sus palabras, porque “tienen un vino estupendo que luego estropean”, en referencia al tipo de vinos que se elaboraban allí antes del desembarco del grupo riojano, y que incluían la crianza biológica. En 1971 Hurtado, acompañado del que había sido su profesor en Burdeos, el célebre Émile Peynaud, llegó a Rueda en lo que él recuerda como una “cosecha atroz”. Y comenzó a experimentar para crear ese vino. Recuerda haber oído frases por parte de los viticultores y bodegueros ya instalados del tipo “tú te vas a cargar la zona”.

 

La Verdejo que enamora

Se encontró en Rueda con una joya, la uva Verdejo, que hoy día se está cultivando fuera de la DO gracias a los excelentes resultados que ha dado en la comarca castellano-leonesa. Para Hurtado, la Verdejo “vale para todo” aunque los mayores éxitos que ha proporcionado a Riscal han venido por las elaboraciones de vinos frescos y de marcado carácter frutal, desde su primer varietal de Verdejo hasta su último lanzamiento, Finca Montico, creación del director técnico de las bodegas de Riscal en Rueda e hijo de Paco, Luis Hurtado de Amézaga, el único de sus descendientes que se dedica al vino, con la misma pasión que su padre.

Paco Hurtado de Amézaga abre una botella de vino viejísima, de la colección de vinos antiguos con que cuenta en sus bodegas Marqués de Riscal.

En Rioja, donde Bodegas de los Herederos del Marqués de Riscal tiene su sede y desde donde arranca su historia, Paco también dio una lección de innovación cuando en 1991 sacó al mercado el primer Barón de Chirel, un tinto que se consideró el primer vino de alta expresión del país, y que solo se elaboraría en añadas excepcionales. Ahí, recalca el enólogo, quiso “explicar al público que en Rioja se puede hacer algo diferente” aunque, recuerda, también “me pusieron verde”. Pero Hurtado, con poco más de 60 años y una envidiable energía que le da el entusiasmo por lo que hace, no se detiene y ahora está pendiente de su último tinto de Rioja, Finca Torrea, con el que homenajea a la finca fundacional de Riscal, heredada por el marqués que puso en marcha la bodega de su tía Marceliana Hurtado de Amézaga.

Para el creador de los blancos modernos de Rueda, hay todavía mucho por hacer y no duda en afirmar que “el campo es inmenso” a la hora de seguir trabajando para mejorar. Ahora sus miras están puestas en el trabajo en la viña, donde considera que está el gran reto de futuro, ya que el viñedo es esencial para una firma como Bodegas de los Herederos del Marqués de Riscal, en la que un 85 por ciento de la uva que emplea en la veterana bodega de Rueda es adquirido a los viticultores de la comarca.

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