Con palabras, con pasión
Aunque me encanta charlar, esta vez no voy a ser yo la que más hable, sino que voy a dejar hablar a la gente del vino.
En este caso a Garikoitz, el director técnico (cómo suena eso, la verdad es que es quien marca las pautas del vino, decide cuándo y cómo se vendimia…) de Itsasmendi, una bodega de Gernika que hace txacoli. No un txacoli cualquiera, para mí uno de los grandes. Es tan especial, que recuerdo, cuando lo conocí hace años, que decían de Itsasmendi que «no hacían txacoli, que hacían vino blanco» (el txacoli del siglo XXI es muy eso, precisamente, un vino blanco que busca su sitio entre el resto de grandes blancos españoles).
Bueno, que me enrollo. Hace un par de días Gari me envió un par de fotos del viñedo que no puedo dejar de compartir aquí, y unas palabritas que también quiero que leáis, me parece que expresan muy bien la pasión por su trabajo de este hombre, y cómo entiende los vinos y el viñedo.
“Aquí estamos ahora de vendimia, vaya año más raro… Hay una variabilidad en las maduraciones que me rompe los esquemas de otros años. Estoy todo el día recorriendo viñedos para determinar el momento de vendimia de cada parcela. Estoy volviendo loco a todo el personal…
Pero pienso que va a ver cositas curiosas este año. Ayer pasé por dos parcelas preciosas con el racimo y grano pequeñísimos y aunque con poquita cantidad de uva me dio una impresión buenísima (seguramente sería sugestionado por el precioso día que hacía). Te envío una foto para darte un poco envidia, aunque habrías sufrido con los tacones que llevas en la foto del blog.”
¿No es entrañable? Me encanta cuando esta gente del vino comparte inquietudes conmigo, me mola que Gari me escriba para contarme esto. Cuando le pedí permiso para compartir las fotos que tomó en el viñedo, contestó:
“Cuando tengamos conciencia que las cosas buenas son las que hay que compartir daremos un pasito hacia delante en esta sociedad caótica.”
No digo más. Que disfrutéis del puente.
¡Guau!, esos pequeños -o grandes- gestos, son los que logran que nos inunde la sensación de que merece la pena pasar por esto y por supuesto, alentan a compartirlo con l@s demás apaionad@s.
Anotado queda el txacolí de Itsasmendi.
¡Sin ninguna duda María! Son esos detalles los que hacen del vino un mundo adictivo.
Gracias por comentar, un abrazo