Hoy de nuevo quiero pedir disculpas por no haber aparecido por aquí la semana pasada, pero una mudanza que ahora me ha dado independencia, entonces me arrebató la mayor parte del tiempo y los nervios. Pero como de todo se aprende, hoy quiero compartir mi armario líquido con vosotros, una vez lo tengo, más o menos, ordenado.
La semana pasada me cambié de casa, sí, y una de mis mayores preocupaciones fue qué haría con los vinos y destilados que me acompañan (y a los que adoro, porque todos me enseñan algo) en mis andanzas, mis textos y mis momentos de deleite (sobre todo eso). Porque a lo largo de los años que llevo en el mundo vinícola y de los espirituosos (palabra que uso muy poco por aquí porque me suena un pelín rancia), he atesorado, y sigo atesorando, una nada desdeñable cantidad de líquidos, vinos, rones, ginebras, vodkas, cognacs, whiskies, licores varios… que he catado y que utilizo en mis reportajes y experiencias. Son tantos que no me había dado cuenta hasta que llegó el momento de trasladarlos. Porque una, que es una obrera monda y lironda, no puede darse el lujo de tenerlos en una cava privada, pero tampoco quería que mis líquidos corrieran el riesgo de derramarse en las manos de los obreros mudanceros, con mi consiguiente disgusto.
¿Qué hice?
Ja, lo primero que se me ocurrió fue una idea que, si estáis en un caso parecido, os recomiendo. Pero para eso os hacen falta amigos bebedores: como tenía que liberarme un poco de tanta botella deliciosa, y como me niego en redondo a que ninguna se pierda sin ser disfrutada (si hay cata previa, nos bebemos el resto con un picoteo o lo que sea, pero en MI casa TODAS las botellas se abren y se prueban), se me ocurrió convocar a amigos y gente buena para un destockaje: vamos, lo que viene siendo una fiesta en casa para abrir y beberse unas cuantas botellas de vino. En este caso, como tenía cierto “sobrestock” de vinos blancos jóvenes, que son los que menos vida tienen, y aprovechando las fechas más que apropiadas para echarse unos blanquitos al gaznate, preparé una veintena de botellas para otros tantos invitados, pensadas para disfrutar a lo largo de unas cuantas horas (no penséis que se trataba de inyectarse alcohol en vena). E hice un trato con los amigos: yo pongo el vino y las patatuelas fritas, y vosotros traéis el picoteo que os apetezca.
Estos son los blanquitos del destockaje, para (casi) todos los gustos
Así lo hicimos, y mis amigos disfrutaron de unos cuantos vinos (todos ellos distintos, desde godellos y albariños hasta verdejos, garnachas blancas, blancos fáciles, alguna sorpresita y algún mencía joven) que de otro modo, en una cena normal, no podrían (muchos de ellos beben vino, pero sobre todo en cenas fuera de casa o por copas en tabernas). Claro, que yo creo que fui la que más disfrutó teniendo lo que más me gusta conmigo: mis líquidos y mis amigos.
… Y estos los tintos por si había algún disidente antiblancos (y como background porsilasmoscas)
Pero…
Después, como dicen en mi pueblo, “llegó Paco con la rebaja” y tocó trasladar los vinos y destilados que sobrevivieron al destockaje. Vamos, unos cuantos. Pero gracias a la inestimable ayuda del liquidófilo que anda detrás de Disfrutarelvino, uno de los grandes interesados en que los vinos llegaran con buen pie a la nueva casa, la mudanza líquida pudimos completarla con tan solo unos cuantos dolorcillos de espalda y riñones.
Primero tuvimos que conseguir (yo no, él) unas cuantas cajas de vino donde meter esa ingente cantidad de botellas (ingente para una casa normal de una persona, insisto, que seguro que en las casas de los coleccionistas hay más, pero…). Al principio no parecía aquello tan grave, pero aparecieron botellas por todos lados y aunque calculamos cajas para que sobraran… anduvimos justitos, entre vinos, licores y otros inflamables.
Y de las cajas… al coche, que hubo que mover todas las botellas con mucho cuidado para que los vinos (sobre todo los vinos) sufrieran lo menos posible. El camino a la nueva casa lo hicimos pensando que cualquier chispita, por pequeña que fuera, nos haría saltar en pedazos, tan cargados de alcohol íbamos…
El resto es historia, porque después de unas cuantas horas de curro sacando las botellas de las cajas (y preguntándome por qué narices me gusta tanto a mí el mundo líquido, con lo que pesay ocupa, pero es como el saber… o no), mis brebajes están ya ordenaditos en un mueble que parece hecho para ellos, y los vinos han encontrado un huequito donde no sufrirán de una luz muy intensa ni de cambios demasiado bruscos de temperatura, esperando otra vez a los amigos que quieran compartirlos conmigo.
Moralejas:
– Amigos, bebed cuanto podáis, no desechéis una buena ocasión para descorchar una botella en compañía, que luego llegan las mudanzas y el almacenaje se vuelve un caos.
– Un destockaje de vez en cuando es la excusa perfecta para reunir amigos e intercambiar opiniones, gustos y preferencias sobre vinos, copas, combinados…
– Si os mudáis, no está tan mal trasladar vuestra bodega vosotros mismos, sobre todo para hacer músculos en piernas y brazos.
Y a disfrutar de la nueva casa con un brindis, ¿no?
… Da un gustito tener ordenaditos los destilados, mmmm